miércoles, 19 de enero de 2011

Apertura

Criar a nuestros hijos nos convoca, nos concierne, nos enfrenta a continuos desafíos y por sobretodo, nos transforma.
La Primera Infancia es un período de altísimo impacto para el desarrollo humano porque implica el pasaje de la dependencia absoluta y la inmadurez, al logro de habilidades fundamentales para el desarrollo humano.
Hay evidencias científicas que indican que es muy alto el impacto que tiene el proceso de vinculación temprana en el desarrollo del sistema nervioso central específicamente en el límbico, regulador de emociones, la tolerancia al estrés y la resiliencia. La dinámica emocional entre el niño y sus cuidadores primarios, organiza las percepciones y representaciones sobre si mismo y sobre el mundo que lo rodea. Por eso las experiencias de los primeros años de vida son tan importantes ; constituyen la matriz primordial a partir de la cual empiezan a gestarse todas las relaciones humanas siguientes.
En cada mano que toca,
En cada abrazo que arrulla
En cada voz que nombra
En cada mirada
En los encuentros y desencuentros que hacen a estas experiencias humanas, se van constituyendo las primeras significaciones subjetivas

Por lo tanto, para garantizar el crecimiento y desarrollo de un niño hay que cuidar fundamentalmente a los adultos que se ocupan de este niño. El se
desarrolla a partir de los otros, con los otros y en oposición a los otros; en interacción con la cultura que lo anida

Es el yo organizado del adulto, su fuerza, su seguridad, su entereza, su capacidad de pensar, crear, su reconocimiento y respeto por el cuerpo y la persona del otro pequeño, quien apuntala al bebe.

Se necesita otro para que pueda haber un YO. Y es condición que ese otro cuente con la disponibilidad necesaria para alojar, dar seguridad y contención.