martes, 13 de septiembre de 2011
jueves, 21 de julio de 2011
BELLO
jueves, 14 de abril de 2011
La escuela…. espacio de oportunidad posible?
miércoles, 6 de abril de 2011
Los Niños y mi Práctica Cotidiana
miércoles, 9 de marzo de 2011
Acompañando
miércoles, 9 de febrero de 2011
Decálogo de la niñez (Daniel Calmels)
Cuando un niño choca no quiere decir que empuja.
Cuando un niño golpea no quiere decir que lastime.
Si un niño se mueve no quiere decir que sea activo.
Cuando un niño se muestra activo no quiere decir que sea interactivo.
Cuando un niño hace silencio no quiere decir que se calle.
Cuando un niño sueña no está distraído.
Cuando un niño se inmoviliza no quiere decir que esté quieto.
Cuando un niño está solo no quiere que está aislado
Cuando un niño se esconde pide una mirada suave
Cuando un niño consiente no quiere decir que acuerde
Cuando un niño ríe no quiere decir que está contento
Cuando un niño se asombra no quiere decir que está asustado
Cuando un niño pregunta no quiere decir que no sepa
Cuando un niño transgrede no quiere decir que se equivoca
Cuando un niño se equivoca no es un acto de ignorancia
Cuando el tiempo concluye no quiere decir que el niño termina
Cuando un niño dice que no, quiere decir que dice que no.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Registros que dejan marca
En cada palabra, en cada mirada, en cada gesto, en cada abrazo vamos asumiendo una identidad que nos asemeja a otros y también nos diferencia.
A modo de faro, estas palabras ajenas nos constituyen, orientan los caminos a seguir , el modo de hacerlo, nos brindan seguridad y pertenencia.
Sin embargo muchas veces dichas palabras, también etiquetan y determinan caminos de malestar y padecimiento.
“Es miedoso”, “es igual a mi”, “es lento”, “es gordo y grandote”, “llorón”, “ADD”, son sólo algunos de los enunciados que operan como marcas signado destinos, modos de ser y estar en el mundo, con muy poco margen, a veces, para despegar.
Cierto es que las categorías organizan, ordenan y sistematizan conceptos, pero a la hora de pensarnos humanos y en relación con otros, estas categorías obturan, cierran posibilidades, clausuran la libertad de elegir, de recorrer otras rutas, de cambiar, de probar y asumir por fin el deseo de ser quienes deseemos ser trascendiendo mandatos en los que la mayoría de las veces, no encajamos, precisamente porque no son nuestros.
Entonces, en esta danza que se produce cuando nos disponemos a criar, a acompañar, a enseñar, a hablar con nuestros niños y niñas, es conveniente desarrollar especialmente nuestra capacidad para escucharlos, mirarlos , recibirlos y respetarlos en su singularidad. ejercer la empatía de ponernos “en sus zapatos” evocando nuestra propia infancia y los enunciados que nos marcaron funcionando muchas veces a modo de sentencias.
Ejercitarnos en el diálogo, en propiciar pausas y silencios para que el otro sea, se exprese, interpretar aquello que creemos quieren decirnos, pero no desde la “loca certeza” de un saber total sino desde la oportunidad de brindarles opciones, sentidos posibles que los animen a tejer su propio universo, tejido, por supuesto, en una trama colectiva y social pero con el color y la textura de un hilo personal, único, capaz de hilar tramas creativamente nuevas.
A menudo recibimos a nuestros pequeños alumnos anticipando saberes o hipótesis acerca de qué son y no de quiénes son ( inquieto, desatento, impulsivo, inmaduro, brillante, “aparato”, genio); esta sutil diferencia es en realidad menos sutil que lo que gramaticalmente parece en tanto, por un lado objetiviza lo que debiera ser singular y subjetivo, y por otro marca también modalidades muy diferentes de abordaje.
Cuando un niño se convierte en sindrome ( por ejemplo), solemos perder de vista aspectos vinculares como la empatía y la compasión, para acentuar estrategias de intervención que los anudan a categorías , a “no lugares” de los cuales se hace difícil salir