martes, 13 de septiembre de 2011



Presta atención a tus pensamientos

pues se harán palabras

Presta atención a tus palabras

pues se harán actos

Presta atención a tus actos

pues se harán constumbres

Presta atención a tus costumbres

pues se harán tu cáracter

Presta atención a tu cáracter

pues se hará tu destino




Palabras del Talmud












jueves, 21 de julio de 2011

BELLO


"PARA LOS CREADORES NO HAY POBREZA NI LUGAR POBRE, INDIFERENTE.... Y AÚN CUANDO USTED ESTUVIESE EN UNA PRISIÓN CUYAS PAREDES NO DEJASEN LLEGAR HASTA SUS SENTIDOS NINGUNO DE LOS RUMORES DEL MUNDO ¿NO LE QUEDARÍA SIEMPRE SU INFANCIA, ESA PRECIOSA RIQUEZA, IMPERIAL, EL ARCA DE LOS RECUERDOS?"

jueves, 14 de abril de 2011

La escuela…. espacio de oportunidad posible?


La escuela como “oportunidad” constituye un concepto que ofrece más de un sentido: En primer lugar es espacio de transmisión del capital cultural existente al tiempo que ofrece la posibilidad de transformarlo, enriquecerlo y ponerlo en cuestión. En segundo lugar es espacio de intercambio, en el que la dinámica de las relaciones interpersonales hace que cada niño comience a “diseñar” su lugar y a representarse igual y distinto a otro. En este sentido la escuela promueve la enunciación de un proyecto de futuro. En tercer lugar la escuela constituye un nuevo “lugar” donde los sujetos despliegan, confrontan y también modifican aspectos de la individualidad en virtud de nuevos y diferentes intercambios vinculares que se producen con pares y adultos que no pertenecen al seno familiar y que por ende aportan otras miradas del mundo, de los otros, y del sí mismo. En los últimos años, y por múltiples causas, nos encontramos con niños que manifiestan dificultades en la construcción de sus aprendizajes y con espacios escolares que, o bien carecen de las condiciones necesarias y adecuadas para acompañarlos, o bien no los reciben ; éstos niños quedan así expulsados del sistema escolar y posicionados por el mismo sistema como portadores de una discapacidad ( “ no puede aprender”) . Cargan con el estigma , en el mejor de los casos, de un diagnóstico cuyos síntomas se medican y/o ( también en el mejor de los casos) se abordan a través de terapias psicológicas ; pero que de ningún modo evitan el fracaso escolar que éstos niños y sus familias transitan en el devenir de buscar y no encontrar espacios y profesionales del área de la educación que los acompañen. Entonces, si pensamos, por un lado, la escuela como espacio de oportunidades y sabemos, por otro de la cantidad de niños que no acceden a dichas oportunidades, surge la pregunta acerca del fracaso escolar, no sólo como una cuestión individual de estos niños sino también como fracaso del dispositivo escolar que carece de recursos para recibirlos. Es un imperativo de los profesionales que educamos a diario ir encontrando juntos respuestas y recursos posibles para que la escuela pueda ser por fin, una real oportunidad para todos y todas.


Lic. Silvina Aidenbaum

miércoles, 6 de abril de 2011

Los Niños y mi Práctica Cotidiana


Un niño es un ser fuerte, libre, rico, potente, desde que nace. Es una persona compleja, que establece relaciones y que influye en todo lo que pasa en su entorno. Un niño expresa mediante cien lenguajes sus ganas de relacionarse, de moverse, de explorar el mundo que le rodea... que utiliza todos sus sentidos para descubrir y conocer. Los niños no “SON “ buenos, malos, tímidos, violentos, impulsivos . Actúan sus emociones, transformándolas en modos de comportamiento Un niño es un apasionado que tiene la necesidad de dar sentido a todo lo que hace. Mi visión respecto de la infancia me lleva a acompañar, a sostener y contener a los niños en su crecimiento sin apresuramiento, dándoles absoluta libertad creadora en el marco de un terreno respetuoso, con límites claros y precisos. Creo que es fundamental “darles la palabra” a los niños. Para esto, ellos necesitan sentirse seguros, en un terreno confiable con voces e interlocutores que no juzguen ni manipulen sus sentimientos. En mi práctica cotidiana me propongo día a día colaborar con los niños en el entramado de una narración propia, ayudándolos a encontrar y dar sentido a aquello que ha dejado una impronta que no ha podido ser ligada aún La integración, la historización hace que pueda existir el pasado y entonces así algun futuro sea posible. El respeto por el niño como sujeto, preparado y predispuesto a actuar y pensar activamente así como el valor de la actividad autónoma, son para mi principios fundamentales en mi quehacer cotidiano. "Tenemos aquí, pequeños y grandes que buscan el placer de jugar, trabajar, hablar, pensar e inventar juntos. Para poder conocer y comprender como es y como podría ser el mundo, para vivirlo cuanto más intensamente mejor y, si puede ser, con alegría."

miércoles, 9 de marzo de 2011

Acompañando



Acompañar a los niños a transitar el camino de la infancia implica entre otras tantas cosas un movimiento, como adultos, de respeto por la autonomía y el tiempo de cada uno.
Las producciones artísticas, lúdicas, intelectuales en las que los niños despliegan su impronta personal y su energía requieren de presencia, de paciencia, de espera, de capacidad de observar y preguntar. Así surge lo propio: con lo que se puede y con lo que no, con lo que sale y con lo que se siente.

Muchas veces eso que los niños muestran no coinicide con lo que los adultos esperan o desean (no solo en materia intelectual y de adquisición de conocimientos). Comer, dormir, jugar, llorar tambien se presentan con estilos únicos y personales.

La sutileza está en aprender a participar e intervenir en esas particualridades solo cuando uno es convocado o cuando la frustración no permite seguir avanzando.

La infancia confronta a los adultos con lo más propio, lo más intenso; con esas invisibilidades que tiene el pasado de cada quien. El gran desafío es dejarse sorprender con los brazos y los ojos bien abiertos ante los nuevo, lo singular y especial que representa la escencia de un niño.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Decálogo de la niñez (Daniel Calmels)


Cuando un niño se tira no quiere decir que se caiga.


Cuando un niño choca no quiere decir que empuja.


Cuando un niño golpea no quiere decir que lastime.


Si un niño se mueve no quiere decir que sea activo.


Cuando un niño se muestra activo no quiere decir que sea interactivo.


Cuando un niño hace silencio no quiere decir que se calle.


Cuando un niño sueña no está distraído.


Cuando un niño se inmoviliza no quiere decir que esté quieto.


Cuando un niño está solo no quiere que está aislado


Cuando un niño se esconde pide una mirada suave


Cuando un niño consiente no quiere decir que acuerde


Cuando un niño ríe no quiere decir que está contento


Cuando un niño se asombra no quiere decir que está asustado


Cuando un niño pregunta no quiere decir que no sepa


Cuando un niño transgrede no quiere decir que se equivoca


Cuando un niño se equivoca no es un acto de ignorancia


Cuando el tiempo concluye no quiere decir que el niño termina


Cuando un niño dice que no, quiere decir que dice que no.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Registros que dejan marca

No hay dudas de que las palabras constituyen el modo más efectivo e interesante de comunicación entre las personas así como también la fuente más intensa de ambigüedades y malos entendidos; asumir una actitud responsable por aquello que expresamos a través de las palabras en relación a otros y también en relación a nosotros mismos, implica ser conscientes del carácter de marca que tiene cada palabra y enunciado, en nuestras vidas y en las de los demás.
Nos constituimos como humanos siendo nombrados y hablados por otros, que con sus historias de amor y desamor nos alojan, o no, apenas nacemos y aún antes de nacer. Así vamos habitando nuestro cuerpo y los diferentes espacios que comenzamos a andar.
En cada palabra, en cada mirada, en cada gesto, en cada abrazo vamos asumiendo una identidad que nos asemeja a otros y también nos diferencia.
A modo de faro, estas palabras ajenas nos constituyen, orientan los caminos a seguir , el modo de hacerlo, nos brindan seguridad y pertenencia.
Sin embargo muchas veces dichas palabras, también etiquetan y determinan caminos de malestar y padecimiento.
“Es miedoso”, “es igual a mi”, “es lento”, “es gordo y grandote”, “llorón”, “ADD”, son sólo algunos de los enunciados que operan como marcas signado destinos, modos de ser y estar en el mundo, con muy poco margen, a veces, para despegar.
Cierto es que las categorías organizan, ordenan y sistematizan conceptos, pero a la hora de pensarnos humanos y en relación con otros, estas categorías obturan, cierran posibilidades, clausuran la libertad de elegir, de recorrer otras rutas, de cambiar, de probar y asumir por fin el deseo de ser quienes deseemos ser trascendiendo mandatos en los que la mayoría de las veces, no encajamos, precisamente porque no son nuestros.

Entonces, en esta danza que se produce cuando nos disponemos a criar, a acompañar, a enseñar, a hablar con nuestros niños y niñas, es conveniente desarrollar especialmente nuestra capacidad para escucharlos, mirarlos , recibirlos y respetarlos en su singularidad. ejercer la empatía de ponernos “en sus zapatos” evocando nuestra propia infancia y los enunciados que nos marcaron funcionando muchas veces a modo de sentencias.
Ejercitarnos en el diálogo, en propiciar pausas y silencios para que el otro sea, se exprese, interpretar aquello que creemos quieren decirnos, pero no desde la “loca certeza” de un saber total sino desde la oportunidad de brindarles opciones, sentidos posibles que los animen a tejer su propio universo, tejido, por supuesto, en una trama colectiva y social pero con el color y la textura de un hilo personal, único, capaz de hilar tramas creativamente nuevas.
A menudo recibimos a nuestros pequeños alumnos anticipando saberes o hipótesis acerca de qué son y no de quiénes son ( inquieto, desatento, impulsivo, inmaduro, brillante, “aparato”, genio); esta sutil diferencia es en realidad menos sutil que lo que gramaticalmente parece en tanto, por un lado objetiviza lo que debiera ser singular y subjetivo, y por otro marca también modalidades muy diferentes de abordaje.
Cuando un niño se convierte en sindrome ( por ejemplo), solemos perder de vista aspectos vinculares como la empatía y la compasión, para acentuar estrategias de intervención que los anudan a categorías , a “no lugares” de los cuales se hace difícil salir




Lic. Esther Aidenbaum