miércoles, 9 de marzo de 2011

Acompañando



Acompañar a los niños a transitar el camino de la infancia implica entre otras tantas cosas un movimiento, como adultos, de respeto por la autonomía y el tiempo de cada uno.
Las producciones artísticas, lúdicas, intelectuales en las que los niños despliegan su impronta personal y su energía requieren de presencia, de paciencia, de espera, de capacidad de observar y preguntar. Así surge lo propio: con lo que se puede y con lo que no, con lo que sale y con lo que se siente.

Muchas veces eso que los niños muestran no coinicide con lo que los adultos esperan o desean (no solo en materia intelectual y de adquisición de conocimientos). Comer, dormir, jugar, llorar tambien se presentan con estilos únicos y personales.

La sutileza está en aprender a participar e intervenir en esas particualridades solo cuando uno es convocado o cuando la frustración no permite seguir avanzando.

La infancia confronta a los adultos con lo más propio, lo más intenso; con esas invisibilidades que tiene el pasado de cada quien. El gran desafío es dejarse sorprender con los brazos y los ojos bien abiertos ante los nuevo, lo singular y especial que representa la escencia de un niño.